lunes, 28 de mayo de 2012

51


Entraste a escalpelo entre mis huesos
sin avisos, sin calmantes, sin quirófano posible.
Me dejé hacer; en eso siempre he sido bueno.
Desgarraste el centro de mi pecho:
músculo y latidos.
No trae el hombre un botiquín
con corazón de repuesto.
Redefinimos la Historia
desde mi tórax al resto del mundo,
desde la inane inercia al AMOR impuesto;
reinventamos espacios, construimos puentes,
me dejaste        solo. Sólo a veces
pienso en ti.
Entonces me convenzo:
eres la mosca muerta en mi sopa,
el yogur amargo en mi kebab,
la triste realidad de mi Parnaso,
la voz que nunca deja de empapar mis noches.

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