lunes, 23 de abril de 2018

2.51


llegó una niebla a cubrirlo todo de cotidianeidad
como el verano que se viste de mosquitos y crema protectora,
efigies de cloro que espejan las pupilas de los niños,
así viniste tú a cubrir mis días,
con tostadas de arándanos y mantequilla, con naranjas exprimidas,
cuerpos desbordados de las sábanas crujientes
de almidón y suavizante. Así viniste tú,
al menos al principio,
cuando unos macarrones con tomate lo eran todo
y sentaban las bases de la luz y el tiempo era la carne.
Así llegó esa niebla dulce  y desmedida
sin pedir permiso ni perdón, sin avisar
acaso de la costumbre lenta inoculada en nuestros días,
llegó como un velero que sortea el salobre
a quedarse en las conversaciones robadas al insomnio,
llegó como los planes de domingo, como los parques,
los jardines de Lisboa.
pero tarde comprendí que la nube rosa de sosiego
no deja ver las manos, la mirada,
no permite concesiones al cansancio,
se espesa, anula todo, divide el habitáculo
sin que tú ni yo podamos impedirlo
y lo que parecía un regalo de los hados,
una facilidad de Zeus se torna inevitable
fin, en pan quemado.
No sé ya qué ha de durar un verano,
pero sé bien que los mosquitos, como la crema,
como el cloro,
son efímeros aunque se crean infinitos.