domingo, 23 de diciembre de 2012

81

Le debo una promesa al tiempo:
jamás leer versos que escribí de madrugada,
jamás corregir palabras salidas de las tripas.
Porque el amor, de noche,
es imperfecto y ruidoso,
y a la mañana cobra forma de nube sin deseo,
de vaho de las miradas.
Las palabras escu(l)pidas más allá de las tres
son lanzas en la autoestima del poeta,
en la creación de las sífides,
como escribir a tinta entre los muslos:
son palabras que tu madre no habrá de leer.
Me debe una deuda el tiempo:
descarnar tus rasgos lentamente,
entre el jazz y la ginebra,
más allá del canto de los gatos,
más allá del silencio de los bares
hacer de tus ojos, de tus labios,
hacer del vello de tu bigote
versos que, disculpa,
jamás verán la luz de día.
Sólo tú.

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