domingo, 15 de diciembre de 2013

2.6

La toalla. La humedad de la toalla en el quicio de la puerta.
Has apuntado más alto del infinito techo, una lástima
no levantar más de dos palmos del suelo en domingos sin resaca.
Destrozas tatuajes en pieles de desconocidos de discotecas que no venden agua,
escribes en foros anónimos donde por una vez te permites ser tú mismo,
siempre te creíste Mulder, pero cada vez más claro te devuelve el espejo el reflejo de Scully,
te hace dudar, pero tú quieres creer.
Te han convertido en la princesa de la fiesta irreal
cien pretendientes por banda, mil cañones por escrutar con la lengua.
Detente un momento, duda de todo, haz la pregunta incómoda:
¿qué circunstancias son tu yo? ¿qué cojones sabía Ortega de tus circunstancias?
¿Eres una víctima de sus circunstancias o de las decisiones de mierda de tu yo?
Temes saber que erras a cada circunstancia, que no fue él quien te hizo inclinar la cabeza,
drenarlo todo y hacer de tu mundo y de tu cuerpo un desagüe.
Eres el animal más roto de la manada. Has olvidado el aullido de guerra.

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