sábado, 23 de marzo de 2013

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las nubes lloraban tanta pena acumulada
Silvia Pérez Cruz

Hueles a caballos sucios en el prado.
Tienes la decepción de los ángeles en la mirada,
el rubor de los alcohólicos en tu pretendido autismo.
Partes de que el ser humano es una criatura de costumbres
y yo no soy paciente.
La fusibilidad de los hombres siempre puesta en entredicho,
de desahucio el corazón por primavera,
las manos, las manos, las manos, lo de menos.
No voy a usar la palabra cuerpo, la palabra carne, la palabra sexo,
no voy a usar lo físico del hombre,
lo tórrido del contacto, lo húmedo de la saliva;
no voy a hacer comparaciones por-
que basta con un punto de fuga entre las cejas
ti y por mí, por él, por ella, por nosotros, por todos ellos
que las comparaciones son odiosas.
El diluvio universal sólo deja huir a las palomas bajo la caja torácica,
los pterodáctilos se hacen un ovillo en la vejiga
para que Dios no nos vea
para que Dios no nos huela en este día del Juicio.
Tanto he buscado tanto te he perdido tanto te he retado
a morder más, a doler menos, a volar, volar.
Hueles a caballos sucios en el prado,
a agua quieta de montaña antes del deshielo del sol,
hueles a cebollas podridas en el cajón debajo del fregadero,
a mantas invernales que han sobrevivido a mil mudanzas,
hueles a la traición del asalto de lo inevitable.
Esto tenía que pasar tarde o temprano, y es más tarde que temprano.
Hueles a hombre: tu cuerpo, tu carne, tu sexo, tu saliva.
Sabes que sé a derrota y gloria, que la farándula del cielo
(el Cielo contigo, el cielo sin ti).
Eres el retablo que quisieron pintar los acromáticos,
cuando no existia el color magenta.

2 comentarios:

  1. Muy pasional, de arrancarse la ropa a versos y "hacer arte del amar". Me ha encantado.
    Un beso,
    Luna

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  2. Muchas gracias, bonita. Así estamos, a flor de piel.

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