miércoles, 11 de junio de 2014

2.30

Francisco, que duerme y duerme y sueña y sueña
Y qué
si el cemento es mimbre, y la mimbre escapa con el viento.
De madrugada todos los perros son Truman, y todos los gatos son Pardos.
De madrugada he comprendido que es mejor no dormir solo,
que a veces vale la pena aguantar al sueño y los párpados y la medicación.
Que a veces basta con volver la vista
                                   cerrar los ojos
                                   oír el temple de los pulmones
como si soplaran el vidrio de esta campana color carne.
La palabra exangüe no ha tenido aún lugar en vuestras conversaciones de desayuno,
en la ciega confianza del despreocupado idioma
las nociones de una fe ajena a la perspicacia de los lebreles,
la coacción de otro tiempo y otra parte y otro ruido en la ciudad sin nombre.
Te has quitado al fin la camiseta: hay doscientos tatuajes potenciales, cicatrices ciegas
de dedos, de carne, de palabras.
Sea como sea hoy puedes respirar: aún hay tiempo para reescribir la Biblia
aún hay tiempo
para volver la vista y soplar el vidrio.
Esta partida es mejor jamás jugarla solo.
La respiración tiene otro ritmo ahora que mides los segundos con cuatro o seis pulmones,
que levantas una oreja y estás alerta a cada coletazo, a cada pesadilla, a cada sueño,
pero es más fácil sobrevivir a todo
JUNTOS.

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