A P.
Contigo resultaba más fácil:ya habías visto todas las películas, todos los versos,
todas las canciones del mundo, habías leído
todas las biografías
de nuestros ídolos.
Sólo nos quedaba una deuda por saldar;
sólo eso:
entregarnos a la piel,
el sudor,
los latidos.
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