Llego a la ciudad;
estoy solo.
Me bajo Grindr como a quien le baja la regla.
Como quien desesperado busca
derrarmarse en alguien
antes de que sea
demasiado tarde y no,
no dudo.
Basta con el primer
gajo que se ofrezca
a la solitaria actividad del onanismo
compartido,
así me engaño, sólo ocurrirá una vez,
me digo, y ya son treinta y siete
y siempre llego a otra ciudad;
no logro dormir
si estoy cachondo.
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